El primer siglo cristiano como historia judía - Parte 2

Martin A. Cohen
https://www.jcrelations.net/es/article/el-primer-siglo-cristiano-como-historia-judia.html

5. Instituciones básicas de la época anterior a la destrucción
La primera entre estas era el sacrificio del Templo en Jerusalén, atendido por los sacerdotes pero supervisado durante el primer siglo por los defensores de la doble Torá. Los líderes fariseos agregaron un elemento nuevo al servicio. El estamento de los sacerdotes tradicionalmente estaba dividido en veinticuatro grupos, que se alternaban en el servicio litúrgico, y cada uno oficiaba durante una semana. Los fariseos crearon veinticuatro grupos o turnos, conocidos como ma’amad, que se correspondían con los de los sacerdotes. Cada uno tenía autorización para mantener algunos observadores en los sacrificios durante una semana entera. El resto de la ma´amad se reunía diariamente en el salón de la comunidad para realizar lecturas y oraciones apropiadas.19 Esto, además de modificar la costumbre de épocas anteriores, proporcionó la situación más propicia para el nacimiento de una institución desconocida en la literatura hasta los días de Ben Sira, y que se llama, en el judaísmo posterior, ‘la casa de estudio’ (bet-ha-midras), y la ‘casa de oración’ (bet-ha-tefil-lah), una institución que conocemos a través del griego como ‘sinagoga’. (Es probable que la palabra ‘sinagoga’ se haya referido primero a la congregación misma que se reunía con propósito de orar más que al edificio donde se reunían). Durante el primer siglo, las sinagogas florecieron en toda Judea y en el exterior: había una incluso en la Sala de Salomón del Templo.

Ya antes de conseguir el poder, parece que los fariseos establecieron organizaciones y escuelas para la transmisión y desarrollo de la tradición oral, y sentaron las bases para un sistema de tribunales locales. En la cima de esta estructura estaba el bet-din ha-gadol, el Gran Tribunal, que no debe confundirse con la corte suprema Gran Sanhedrín, anterior al año 70, que estaba presidida por un saduceo, el Sumo Sacerdote mismo. Si la tradición recogida en la Misná es correcta, un oficial conocido como el Príncipe o Patriarca (Nasí) presidía el Gran Tribunal. Representaba a la facción mayoritaria del partido fariseo; su vicario, denominado el Padre del Tribunal (av bet-din), representaba al grupo minoritario. La Misná registra los nombres de cinco de estas ‘Parejas’ (zugot), que terminan con los conocidos Hillel y Shammai, a los comienzos del primer siglo. En unos casos, el Nasí parece haber sido conservador; en otros, sobre todo a partir de mediados del siglo primero a.e.c. con el reinado de Salomé Alejandra, parece que el líder del ala liberal encabezaba todo el partido. El título de rabbi (originalmente ‘mi maestro’) parece haberse convertido en la designación oficial de los maestros de la ley dentro del tribunal y sin duda fuera de él; el Nasí era llamado rabban (‘nuestro maestro’)

6. La halajá
De las instituciones de los fariseos surgieron grandes logros ideológicos para el judaísmo en la época anterior a la destrucción: el desarrollo de la Ley Oral en recopilaciones de procedimientos y prácticas. Estos procedimientos y prácticas se conocen como halajá.20

En los círculos judíos de hoy, la palabra halajá ha adquirido una connotación de aseveración perentoria o de una ley concluyente. Esta no es la connotación o la función de la halajá durante el primer siglo. La halajá representó la aplicación de la dinámica y liberalizadora Tradición Oral a las exigencias de la vida diaria. Tradicionalmente se dice que halajá es un regreso al Sinaí, y por eso ciertas prácticas que no se pueden atribuir a maestros posteriores, son llamadas ‘Halajot dadas por Moisés desde el Monte Sinaí’.21 Sin duda, explicaciones tradicionales de la Ley Escrita habían existido en tiempos bíblicos y en la época hasmonea, pero estas se pueden llamar ‘halajot’ solamente de modo retrospectivo desde el primer siglo, cuando la práctica rabínica tal como la conocemos hoy comenzó su exuberante crecimiento.

A modo de tentativa, podemos dividir la compleja historia de la primera halajá en cuatro etapas sucesivas pero cronológicamente superpuestas, de forma que cada una coexiste un tiempo con su sucesora.

En primer lugar, comenzando con el período de los hasmoneos (150 a.e.c.), o tal vez un poco antes, los fariseos adoptaron primero interpretaciones ad hoc de la Torá, enunciaron otras y comenzaron a transmitirlas por medio de la tradición oral.22

Segundo, comenzando con el período romano (64 a.e.c.), los fariseos desarrollaron nuevas halajot a partir del Pentateuco mediante la exégesis (o midrás en su primer sentido). Los primeros fariseos conocidos como exegetas fueron Semayá y Abtalión, quienes tuvieron su apogeo alrededor de año 50 a.e.c.23 Pero el mayor impulso a la actividad exegética lo dio Hillel de Babilonia, príncipe o Nasí desde alrededor del año 34 a.e.c. hasta el año 10 d.e.c. Hillel presentó el uso efectivo de la primera de las reglas hermenéuticas por medio de las cuales evolucionó la halajá. La presentación de estos principios hizo posible desarrollar la Ley Oral tanto por lógica como por tradición de autoridad, dando incluso preferencia a esta autoridad, y las fuentes muestran evidencias de la lucha entre los tradicionalistas y los exegetas.24

Tercero, comenzando en los últimos días de Hillel, y continuando hasta la destrucción, se dio la proliferación de la halajá y la lucha por su control entre las alas liberales y conservadoras del partido fariseo: los hillelitas y los shammaítas respectivamente. La literatura guarda más de trescientas de sus controversias.

Cuarto, poco después de la destrucción del templo, comenzó un programa para controlar la dirección del crecimiento halájico, al someter la halajá a la nueva autoridad centralizada que se estaba desarrollando en el judaísmo. Esta tendencia culminó entre finales del segundo siglo y principios del tercero con la compilación de la Misná bajo el auspicio de Rabbí Judah el Príncipe (circa 217 d.e.c.).

Los hillelitas liberales eran universalistas y ardientes partidarios de Roma; los shammaítas conservadores eran nacionalistas y, como mucho, ambivalentes hacia Roma. Los shammaítas parecen haber realizado la revolución contra Roma a mediados de los sesenta y, en el furor temprano de la rebelión, haber arrebatado el poder a los hillelitas. En una especie de Parlamento, reunido por el líder shammaíta, Hananíah ben Hezekiah ben Gorion, en la ‘estancia superior’ de su casa (lo cual da pie, supongo, para que se la llame la primera Conferencia Cumbre), los shammaítas, que estaban en mayoría frente a los hillelitas, promulgaron decretos a su favor.25

La época post-destrucción
1. El gobierno de Roma
Gracias nuevamente a Josefo, conocemos los detalles de la Gran Revuelta de Judea contra Roma en los años 66-70 d.e.c. Los hillelitas y los altos sacerdotes trataron en vano de prevenirla; el éxito inicial de los judíos y la derrota de la Duodécima Legión Romana la alimentaron, la irrefrenable ofensiva de Vespasiano y Tito la sentenciaron, y las mortíferas luchas entre los mismos judíos la destruyeron. En sus comienzos, la guerra trajo destrucción, devastación y la pérdida de la ilusión popular de que Dios no permitiría que su Templo ni su ciudad santa fuesen lastimadas. La tierra estaba reseca, la población, acobardada por la gran mortandad y la esclavitud. Sin embargo, la vida tenía que seguir, y era interés tanto de Roma como de los líderes de Judea que se estructurase.26

Cuando se disiparon los humos de la batalla en el año 70, varios grupos se pelearon por el control de los judíos y del judaísmo. Parece que Roma entró pronto en la riña e hizo su elección para el liderazgo. Su elección no pudo sorprender a nadie. Los shammaítas habían organizado la rebelión; ignoramos cómo se alinearon los saduceos, ya que la evidencia no es concluyente. Por otra parte, los hillelitas habían tratado de prevenir la rebelión, y al fracasar, habían pasado a controlarla por medio de sus propios generales; al fallar nuevamente habían desertado en pos de los romanos o permanecido dentro de las líneas rebeldes buscando una pronta tregua. A estos los hicieron los romanos líderes indiscutibles de la vida judía; los saduceos y shammaítas pelearon, lucharon y desaparecieron de la historia.

El líder de los hillelitas por estos tiempos debió de ser Simeón, el hijo de Gamaliel I y bisnieto del fundador de los hillelitas. Simeón parece que se alió con los revolucionarios y luego desapareció.27 Si Roma estaba disgustada con la dinastía de Hillel,28 su disgusto no duró mucho: diez años después de la guerra, un descendiente de Hillel nuevamente ocupa el poder. Entretanto, Roma concedió el liderazgo a un hombre de nombre Yojanán Ben Zakkai, uno de los primeros y más destacados rabinos.

Yojanán era una elección lógica:29 era un sacerdote, un símbolo de la continuidad, pero no un saduceo. Igual que muchos otros de nacimiento privilegiado, se había convertido en un fariseo devoto, conocedor de la tradición oral, y estaba decidido a reducir las prerrogativas saduceas. Había sido líder de los hillelitas antes de la destrucción, maestro de Ley Oral a la sombra del Templo y un elocuente partidario de la paz con Roma.

2. La época de Yabne (Jamnia)
La leyenda exalta las virtudes morales, la perfección halájica, el ser adepto al simbolismo y a la alegoría de Yojanán ben Zakkai, pero su agudeza política no siempre es discernible. Aun así, una famosa leyenda revela su alta posición política y su privilegio bajo el mandato de Roma. Lo presenta escabulléndose de una Jerusalén sitiada en el crepúsculo de la guerra para prometer a Vespasiano (o Tito) el fin de las hostilidades a cambio del permiso para construir en Yabne una escuela donde pudiese perpetuar su herencia. Continúa diciendo que Vespasiano (o Tito) concedieron esta modesta solicitud, y se estableció la escuela en la ciudad cercana a la costa mediterránea.30 Sin embargo, Yabne, poblada de judíos y no judíos, quienes, en la guerra, pronto habían demostrado su lealtad a Roma, se convirtió en realidad en la sede administrativa de la vida judía.31

La pequeña escuela era la Casa de Estudio; su rector, el jefe de justicia y el oficial ejecutivo del país. Su tribunal (bet din) asumió la importancia del Sanhedrín de antaño, e incluso su nombre, Yabne, se convirtió en la nueva Jerusalén.

Yojanán gobernó durante una década como jefe del tribunal en Yabne. Si su título fue el de Nasí o el de Av Bet Din, en ausencia de un descendiente de Hillel, es una cuestión discutible; que funcionó como Nasí es innegable. Alrededor del año 80, su trabajo de reconstrucción había ya dado los primeros pasos con éxito. Yojanán se retiró a la Academia de Berar Hayil en los alrededores de Yabne, y un vástago de la casa de Hillel, Gamaliel II (que no debe ser confundido con Gamaliel I, quien parece ser que fue maestro de Pablo),32 alcanzó el liderazgo. El círculo de consejeros de Yojanán permaneció en Yabne con Gamaliel pero continuó unido a su viejo maestro, quien no podía sino regocijarse al ver a su sucesor llevar a cabo muchos de los planes de acción que él había iniciado.33

Las administraciones de Yojanán y Gamaliel constituyen juntas la Gran época de Yabne. Al cubrir un tercio de siglo, abarcó el período de la Dinastía Flavia en Roma (años 76-96 d.e.c.), que limitó la autonomía de Judea, y el comienzo de la Era de los Cinco Buenos Emperadores, momento en que se amplió su autonomía. La tradición describe a Gamaliel y sus consejeros más cercanos, Eliézer ben Hyrcanos, Joshua ben Hananyá, Akiba ben Josef y Elazar ben Azaryá, visitando Roma desde el año 95 y comprometiéndose en debates con filósofos paganos. Gamaliel y su comitiva recibían algo más que satisfacción intelectual de estas visitas que se hacían sin lugar a dudas para prevenir decretos indeseables, para suplicar privilegios, y para discutir la implementación de aquellos que habían sido otorgados.

La época de Yabne marca el cambio de un judaísmo orientado hacia el Templo único, que comprendía la gran variedad de sectas que caracterizaron la época anterior a la destrucción, a un judaísmo estructurado alrededor de las sinagogas, que eran muchas, pero cuya organización era mucho más unitaria, cercana a la centralización, a la canonización y la uniformidad. Incidentalmente, estas tendencias son visibles en el gobierno y leyes romanas de la época.

3. La Sinagoga
El Templo había sido destruido durante la guerra. Se había terminado el culto de sacrificio, pero todavía se oían leves ecos de intentos de revivirlo. La oración y la leyenda guardan como reliquia la esperanza de su restauración, pero esta esperanza se convirtió en sueño al ser discretamente diferido a épocas mesiánicas.

La ideología mesiánica formaba ahora definitivamente parte del movimiento rabínico. Para algunos, era una señal de piedad, para otros, como veremos, era una doctrina práctica. Las obras de carácter apocalíptico del primer siglo, aparentemente desacreditadas por los rabinos, no pudieron entrar en su colección de escritos sagrados.

El Templo fue reemplazado por la Sinagoga como el centro de la vida judía; y el sacrificio por la oración, ahora llamada “culto del corazón” (Avodah she-ba-lev).34 La oración y los actos éticos u ‘obras de misericordia’ eran considerados sustitutos valiosos del sacrificio ante el trono del Altísimo.35 La sinagoga asumió las apreciadas prerrogativas del Templo –el derecho a tocar el cuerno de carnero (shofar) cuando el día de Año Nuevo cayera en Sábado; el derecho de llevar la palma (lulab) en procesión solemne durante los siete días de la fiesta de los Tabernáculos (sukkot); y el derecho a oír la bendición sacerdotal pronunciada dentro de sus paredes.36

4. El proceso de centralización
Bajo Yojanán y Gamaliel, Yabne se convirtió en el centro de los jueces-maestros, la inspiración de las nuevas academias que surgían por todo el territorio, y en el origen de la nueva halajá.

Gamaliel y sus emisarios viajaron extensamente por Judea y el exterior para acercar las colonias judías a Yabne y a la autoridad de su Sanhedrín. Gamaliel, tal vez más que Yojanán, insistía en tener el control supremo sobre el calendario, que es el fundamento de la vida y la observancia judías. Con ayuda de sus maestros, estableció cómo determinar el día de la Luna Nueva (comienzo de cada mes) y el sistema para intercalar cada cierto tiempo un mes en el calendario lunar para alinearlo con el calendario solar y las estaciones. La Tosefta registra un decreto, dictado ceremoniosamente por Gamaliel desde las gradas del monte del Templo, por medio del cual anuncia a las provincias de la Alta y Baja Galilea, y de la Alta y Baja Tierra del Sur (Darom), y a la Diáspora de Babilonia, Media y otro lugares, “que es conveniente a nuestros ojos y a los ojos de nuestros asociados el agregar treinta días al presente año”.37

5. El proceso de canonización
Durante la administración de Gamaliel, las Sagradas Escrituras se cerraron con la canonización de su sección final, los Escritos (Ketubim o Hagiógrafos).38 Todos ellos con bastante más de un siglo de antigüedad, estas obras tenían ya la consideración de facto, que ahora se vio confirmada de jure. Las controversias que en un momento anterior se habían dado sobre la conveniencia de incluir algunos libros, como Proverbios, y se habían trasladado más tarde a otros, como el Eclesiastés o el Cantar de los Cantares, terminaron de forma definitiva.39 Varios rabinos que vivieron alrededor de mediados del segundo siglo pudieron todavía haber cuestionado la canonicidad de ciertos libros,40 pero el canon, tal como lo conocemos hoy, estaba claramente determinado en torno al cambio de siglo.

En la época de Yabne, se dilucidaron definitivamente las contiendas entre hillelitas y shammaítas cuando, de acuerdo a la tradición, una voz celestial (bat- kol) declaró, sin sorprender a nadie, que la halajá hillelita sería desde entonces la ley del territorio.41 Por medio de principios hermenéuticos, tales como los de Hillel, o los presentados por Nahum de Gimzo, Ismael ben Elisha y Akiba ben Joseph, la halajá se aplicó a un creciente número de situaciones y contingencias de la vida.

Bajo Gamaliel, la liturgia, que había sido rápidamente desarrollada durante el primer siglo, adquirió un status canónico. Por la época de Gamaliel, ya incluía la llamada al culto, la profesión de la fe, un leccionario, oraciones de la Biblia, tales como los salmos del Hallel y oraciones con los escritos de los rabinos mismos. A instancias de Gamaliel, Simeón Ha-Pakolí insertó oraciones anteriores entre las Dieciocho Bendiciones, la oración por excelencia del servicio litúrgico diario.

También se cree que Gamaliel contribuyó significativamente al ritual (seder) de la Cena de Pascua,42 y a la exigencia de que el individuo rece tres veces al día, por la mañana, por la tarde y por la noche.43

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