Napalpí, la masacre impune - La Forestal

"Los hechos ocurrieron el 19 de julio de 1924, cuando una grupo de policías, gendarmes, militares y colonos de la zona enviados por el gobernador de Chaco, Fernando Centeno, reprimió a los tiros una protesta de las comunidades indígenas.
El reclamo era por mejores condiciones laborales ya que la provincia les impedía a los miembros de la reducción trabajar fuera del territorio, donde conseguían salarios más altos, y había quitado del 15% de lo que ganaban en las cosechas de algodón a fin para costear los elementos de trabajo. Eso desató el reclamo de la suspensión de ambas medidas. En las protestas se produjeron ataques a los campos de algodón y robo de ganado, pero no hubo violencia. Pero la concentración de indígenas disparó los prejuicios de las élites justificados a través de los diarios."

Imagen: laizquierdadiario.com


http://www.lahaine.org/mm_ss_mundo.php/llegan-nuevas-pruebas-sobre-la

04/09/2015 :: ARGENTINA, ARGENTINA

Llegan nuevas pruebas sobre la masacre de Napalpí, Chaco

x Gerardo Aranguren

El 19 de julio de 1924, unos 700 indígenas fueron asesinados por la policía y el ejército en el Chaco

Fotos y cartas guardadas en Alemania desde principios del siglo pasado aportan nuevas pruebas sobre la mayor masacre indígena [en una sola vez] del país: la matanza de Napalpí, en Chaco, en 1924. Los documentos fueron descubiertos a más de 91 años de la brutal represión desatada por un centenar de policías y civiles que asesinó a más de 400 personas de los pueblos tobas y mocovíes para disciplinar un reclamo por mejores salarios y derechos laborales.

Hace poco más de un año, la masacre comenzó a ser investigada por la Unidad Fiscal de Derechos Humanos de Resistencia con la expectativa de llegar a un juicio por la verdad, ya que los posibles responsables materiales y políticos del hecho ya han muerto.

A partir de documentación inédita que vio la luz pública después de casi un siglo, la antropóloga argentina Lena Dávila, becaria doctoral de CONICET, comprobó que la represión continuó durante varios meses después de la matanza y que tuvo como blanco a quienes había logrado escapar a la balacera del 19 de julio. Los sobrevivientes de la masacre fueron perseguidos con la intención de aniquilar a los posibles testigos y así garantizarse impunidad.

A pesar de la distancia con los hechos, esta documentación permite entender el contexto en el que se cometieron esos delitos, los intentos de encubrimiento de las autoridades provinciales y policiales, así como el rol de la prensa.

La investigadora se encontró con estas pruebas durante sus trabajos en el Instituto Ibero-Americano de Berlín sobre el antropólogo alemán Robert Lehmann-Nitsche (1872-1938), quien residió en Argentina por casi 30 años. En junio de 1924, el científico alemán había viajado a la Reducción de Napalpí como parte de una investigación, sin embargo siempre negó públicamente haber presenciado la masacre. A partir de fotos y cartas entre Lehmann-Nitsche y su colega argentino Enrique Lynch Arribálzaga, Dávila pudo demostrar que no sólo fue testigo de esos hechos sino que además eligió callar por miedo a las represalias contra él y Lynch Arribálzaga, quien había sido director de la reserva indígena y permanecía en Chaco.

"Me había preguntado por su silencio en Napalpí. Él había hablado a favor de las reservas y los pueblos indígenas, pero cuando tuvo una verdadera oportunidad para defenderlos no lo hizo. Para muchos de los que veníamos tratando el tema, era obvio que había visto lo que había sucedido en la reserva", comentó Dávila.

El primer hallazgo fue de dos fotografías de Lehmann-Nitsche, una en la reducción y otra frente al avión utilizado para reconocer el campamento indígena antes del ataque. En la foto también figuran militares y civiles que participaron de la matanza. En sí, esas dos imágenes son suficientes para demostrar que el antropólogo estuvo en Napalpí en esos días en la reducción pero además, la antropóloga encontró correspondencia del argentino Lynch Arribálzaga con el alemán en la que se daba a entender su conocimiento de los hechos, así como el temor a que fueran perseguidos por la policía chaqueña y el entonces gobernador de la provincia, Fernando Centeno, quien había ordenado el ataque [a petición de la burguesía de la capital chaqueña, eufemísticamente llamada Resistencia -por la supuesta resistencia de los inmigrantes blancos contra los ataques de los indios-, cuando todo demuestra que fue exactamente al revés].

"Ya había visto Ud. la forma franca y sensacional como han sido revelados al Congreso los sucesos de Napalpí de que fue Ud. testigo", le dice Lynch Arribálzaga en relación a la investigación que había iniciado el diputado nacional socialista Francisco Pérez Leirós. El antropólogo argentino residía en Chaco y tenía miedo de la represalia policial luego de que su nombre surgiera en la investigación del Congreso. El objetivo de la citación era buscar quién había filtrado la información de la masacre y "descubrir una o más víctimas en quienes vengarse". Por esa razón, le confiesa en la carta que debió contar que la fuente era el propio Lehmann-Nitsche, quien ya se encontraba en Buenos Aires "fuera del alcance del machete policial chaqueño" y dispuesto a declarar sobre las "atrocidades cometidas contra los indios". "Se lo prevengo por consiguiente, para que estén prevenidos, por si llegan a molestarlos, interrogándolos por intermedio de esa policía, en cuyo caso creo que Uds. deben ser lo más parcos de palabras que puedan y, sobre todo, procuren evitar el dar el nombre de ningún residente en el territorio que haya colaborado en la pesquisa, para no exponerlo a persecuciones. Por fortuna Uds. se hallan lejos, repito", insistió.

Diez días más tarde, advertido por su colega argentino, Lehmann-Nitsche negó conocer lo que sucedió en la masacre al ser interrogado por carta por Centeno. "Contestando las preguntas del Sr. Gobernador con respecto a que si yo podía afirmar que he presenciado el encuentro de los indígenas con la policía durante mi permanencia en Napalpí en el mes de julio del corriente año, como así también que yo luego proporcionara datos o pruebas que revelen excesos cometidos por la policía en las personas de los indígenas me es grato manifestar que no he presenciado esos hechos ni sumado datos o pruebas que con ellos se relacionen", se retractó el investigador. Días después, el alemán realizaría gestiones para evitar represalias contra Lynch, quien le agradeció la intención: "Lo deseable es que no sólo yo goce de este privilegio, sino todos los habitantes de esta parte del país, y esto no se alcanzará mientras se mantengan malos funcionarios como agentes de gobierno. Por fortuna el asunto de la investigación no está muerto".

Al momento de ese intercambio de correspondencia, los testigos y sobrevivientes de la matanza indígena eran perseguidos y asesinados. El resto de hombres de la reducción, los que debían seguir aportando la mano de obra a los ingenios y algodonales, recibieron una cinta blanca en el brazo para evitar la represalia.

"La fuerza de haber encontrado las cartas y las fotos no sólo pone fin a ese debate sobre si Lehmann-Nitsche sabía o no, sino que comprueba que la represión continuó durante muchos meses e incluso siendo aniquilamiento, porque fueron a buscar a quienes habían escapado.
Muestra la desigualdad que vivían los pueblos originarios y la desprotección", analizó Dávila y señaló que el temor de los dos antropólogos es una medida de la violencia en la que se vivía: "Si alguien de clase media alta, con contacto en Buenos Aires y fuera del país vivía con miedo, qué le quedaba a personas que ni siquiera eran consideradas ciudadanas, que no tenían los mismos derechos, como los pueblos originarios".

La masacre

Los hechos ocurrieron el 19 de julio de 1924, cuando una grupo de policías, gendarmes, militares y colonos de la zona enviados por el gobernador de Chaco, Fernando Centeno, reprimió a los tiros una protesta de las comunidades indígenas.

El reclamo era por mejores condiciones laborales ya que la provincia les impedía a los miembros de la reducción trabajar fuera del territorio, donde conseguían salarios más altos, y había quitado del 15% de lo que ganaban en las cosechas de algodón a fin para costear los elementos de trabajo. Eso desató el reclamo de la suspensión de ambas medidas. En las protestas se produjeron ataques a los campos de algodón y robo de ganado, pero no hubo violencia. Pero la concentración de indígenas disparó los prejuicios de las élites justificados a través de los diarios.

La justicia

Casi un siglo después de los hechos, la masacre comenzó a revisarse.

Mientras los juicios por los crímenes de la dictadura eran juzgados, las comunidades indígenas de Chaco se preguntaban por qué seguían impunes los hechos de Napalpí. La respuesta se produjo el año pasado con una investigación iniciada por la fiscalía federal de Resistencia que logró recabar el testimonio del único sobreviviente de la matanza que permanece con vida, Pedro Balquinta, de 107 años y el expediente judicial de la época, en el que la justicia local encubrió el hecho.

"El Estado argentino todavía tiene grandes deudas con los pueblos originarios. Se ha avanzado mucho con los juicios en el campo de los derechos humanos pero sobre los pueblos originarios esa reparación histórica es un camino que falta recorrer [entre otros motivos porque afecta directamente a las grandes fortunas de ayer y de hoy]. Sería una gran noticia que esto llegara a juicio y se pudiera juzgar como crimen de lesa humanidad y mostrar que, pese a que la historia oficial intentó borrarlo, siguen perdurando en la memoria y en los propios relatos de los miembros de estos pueblos. Forman parte de su historia, de nuestra historia, de cómo se construyeron los Estados en Latinoamérica", manifestó Dávila.

El rol de los medios

"Había habido conflictos con algunos criollos, con la policía. Pensar que ningún indígena se sobrepasaba es ir al otro extremo. Había mucha desigualdad de fuerzas. Los medios tendieron a aumentar la tensión en la zona. Los diarios reproducían una idea de malón o revuelta, de peligro para los criollos que vivían en los alrededores", analizó la antropóloga.

El diario 'La Nación' advertía de supuestos alzamientos indígenas a los que mencionaba como "malones" y describía "la situación de desamparo en que se encuentran aquellos lugares de donde se han visto obligados a huir para poner a salvo sus vidas ante las amenazas constantes de los malones de salvajes y la absoluta falta de medios eficaces para defenderse". Días después de la masacre, el diario centenario minimizó y justificó la matanza al sostener que "las fuerzas policiales se tuvieron que limitar a incendiar la toldería y a dejar a unos cuantos muertos en el lugar del suceso".

Tanto 'La Nación' como el diario 'La Voz del Chaco' se limitaron a reproducir la versión oficial señalada por el gobierno de Chaco: que se había tratado de luchas entre Tobas y Mocovíes y que sólo habían muerto cuatro personas en manos de la policía. "No sería posible responsabilizar a la policía por la muerte de los asaltantes mencionados, pues bien podría ser el resultado de una venganza ejecutada por los indios tobas recluidos desde hace tiempo como rehenes por los mocovíes, y que en la huída al restituir su libertad, hubieran cometido tales venganzas, dado el antagonismo que existe entre ambas tribus", sostenía el diario de la oligarquía terrateniente.

Las reducciones indígenas

En 1911, tras una campaña militar sobre el Chaco, se creó la reserva indígena de Napalpí para "acostumbrarlos a la vida sedentaria del agricultor", según su primer director, Lynch Arribálzaga.

En ese momento, explicó Dávila, las alternativas estaban entre el exterminio o la asimilación. "En 1880 la opción fue el exterminio en el sur y en el norte el disciplinamiento porque se requería mano de obra para la expansión de ingenios y algodonales. La opción del respeto de la diversidad cultural no existía. El tema volvía una y otra vez como problema indígena. En 1910 Lehmann-Nitsche propone que en Argentina se crearan reservas al estilo de EEUU, donde supuestamente pudieran vivir a su manera y que pudieran trabajar en los ingenios y el obraje, dos cosas que no tenían nada que ver con sus medios de vida y que eran de tremenda explotación", detalló.

"En la reducción había una escuela de la que participaban los niños. La educación era una de las claves, la otra era el trabajo. Buscaba volverse el modelo a seguir y contribuir a la transformación de los indígenas, para que abandonaran sus prácticas y se volvieran 'ciudadanos'. El respeto por su tradición no era una opción y tampoco habían desaparecido (como sostenía el antropólogo argentino Juan Bautista Ambrosetti, 'por la codicia del blanco, el alcohol, las enfermedades de los blancos...') La alternativa era incorporarlo", agregó la antropóloga.

Texto completo en: http://www.lahaine.org/llegan-nuevas-pruebas-sobre-la




**




http://www.infojusnoticias.gov.ar/provinciales/tiene-107-anos-sobrevivio-a-dos-masacres-y-declaro-en-la-justicia-1911.html


21-6-2014|10:04|MEMORIACHACOPROVINCIALES

El ancianao vive con uno de sus nietos a 300 kilómetros de Resistencia

Tiene 107 años, sobrevivió a dos masacres y declaró en la Justicia


Se trata de Pedro Balquinta. Perdió a su familia en la masacre de Napalpí y después sobrevivió a la de El Zapallar. La fiscalía federal de Resistencia abrió una investigación de oficio y planteará una instancia de juicio por la verdad.

Pedro Balquinta.Fiscalía federal de Resistencia

Por: Milva Benitez

Pedro Balquinta tiene más de 100 años, 105 o 107 años dicen quienes lo conocen en el Paraje Las Tolderías, en el sur de Chaco. En 1924 vio morir a su familia y a parte de su pueblo, el mocoví, en manos de la Policía Nacional y los estancieros, en la colonia indígena de Napalpí. Nueve años después, en 1933, otra vez vio morir a sus compadres. Esa vez en las márgenes del Riacho de Oro, a las puertas de la colonia El Zapallar. “Había tres mil personas cuando fueron a matarnos”, dijo el miércoles pasado cuando se convirtió en el único sobreviviente de las matanzas que pudo contarlo a la Justicia penal.

Su testimonio aún no forma parte de una causa, pero la edad de Balquinta justificó que los resortes de la Justicia actuaran. La Unidad de Derechos Humanos de la Fiscalía Federal inició una investigación de oficio y planteará una instancia de juicio por la verdad. Hace unas semanas, los fiscales federales de Chaco Diego Vigay, Carlos Ammad, Patricio Sabadini y Federico Carniel iniciaron una investigación preliminar para determinar si las masacres "podrían constituir crímenes de lesa humanidad, por lo que el Estado nacional tendría la obligación ineludible de juzgarlos en función de los compromisos ante la comunidad internacional".

Balquinta vive con uno de sus nietos y su familia a unos 300 kilómetros de Resistencia, la capital chaqueña, en un paraje al que todavía es difícil llegar. Hasta allí viajaron el fiscal federal Vigay, y Juan Chico, el titular de la Dirección de Cine y Espacio Audiovisual del Instituto de Cultura del gobierno de Chaco, encargado con Juan Longo de registrar audiovisualmente el relato del anciano mocoví, el único sobreviviente con vida de ambas masacres.

Ese día los bisnietos de Balquinta no fueron a la escuela. Se quedaron para escuchar como su madre, Silvia Capanci, tradujo lo que el anciano contó sobre las matanzas en su idioma materno. En su cama, rodeado por los chicos, la mujer de su nieto, los documentalistas y el equipo de la fiscalía, Balquinta recordó que en la Reducción de Napalpí “mataron a muchos. Los taparon en un pozo grande, un solo pozo”, afirmó el anciano. De la matanza en El Zapallar recordó que “vinieron dos camiones con policías, que tenían un cuchillo en la punta” y también que hubo disparos.

“Al final hay una parte de lo que se filmó que va a ser revisada por un traductor, porque la mujer que lo traducía no llegó a entenderlo. Ahí, Balquinta habló de corrido, mientras hacía gestos con la mano. Creo que un trabajo puntilloso puede develar que hay más datos que van a servir a la investigación”, dijo Vigay a Infojus Noticias. “Son unos 40 minutos de filmación de un testimonio de referencia sobre las masacres”, resumió el fiscal.

Las masacres

Apoyado sobre una mesa que usa para descansar los brazos, Balquinta recordó que en Napalpí vivía con su madre, un tío y “otros de la familia”, y que trabajaban como obrajeros en las cosechas del algodón. Lo otro se conoce por transmisión oral; por lo que contaron los medios de la época; por la interpelación parlamentaria a Vicente Gallo, el ministro del Interior del gobierno de Marcelo de Alvear que dispuso los recursos para la matanza; por las reconstrucciones históricas de Pedro Solans, Carlos Días y Mario VIdal; y el expediente caratulado "Sublevación Indígena en la Reducción de Napalpí", Nº 910 del 21 de agosto de 1924, que estuvo a cargo del juez Justo P. Faría. En esa investigación hablaron los perpetradores de la matanza, las voces de las víctimas no tuvieron lugar.

Por esos registros se sabe que a pedido de los “nuevos dueños de la tierra”, el entonces gobernador del territorio nacional, Fernando Centeno, prohibió a los indígenas que dejaran las Reducciones; pero el pueblo se moría de hambre y empezaron a migrar. Los hacendados insistieron con sus reclamos.

El 19 de julio de 1924 se desató la masacre. Más de 100 policías y un grupo de civiles atacaron a los pobladores de la Reducción indígena, unos 800, y mataron a más de la mitad. Los sobrevivientes contaron a los suyos que “durante días los cuervos no volaron, ocupados en sacarse el hambre con los cadáveres”. Los que lograron huir tampoco estuvieron a salvo, salieron a cazarlos. La persecución duró meses. Balquinta, tenía poco más de 13 años, y se fue, corrió, logró esconderse y sobrevivió.

Casi 10 años después, Balquinta estuvo en El Zapallar. “La situación se explica porque hubo proceso sistemático de persecución a sobrevivientes, era una forma de reducirlos al silencio. Los querían muertos a todos”, dijo a esta agencia Chico, el documentalista e investigador indígena que acompañó al fiscal Vigay para registrar el testimonio del anciano. Durante la entrevista con el fiscal Pedro Balquinta recordó que “unas tres mil personas” habían ido allí con el cacique Duran para pedir trabajo.

“Fueron para matarlos, pero no pudieron matarlos a todos”, comenzó a decir Balquinta y después contó que “había dos pastores allí, que cuando llegaron los militares se pasaron toda la noche orando para que nos les hagan nada”. No hubo rezo que valiera, el 6 de septiembre de 1933 “cerca de setenta habitantes de las etnias toba y mocoví fueron acribillados por la policía de territorios”, contó Chico a Infojus Noticias. Sobre los asesinatos Balquinta recordó ese día “murieron, además, como 18 mujeres”.

Al finalizar la toma del testimonio Vigay dijo a Infojus Noticias, que el relato de Balquinta es significativo porque “creemos que la búsqueda de la verdad y el ejercicio de la memoria histórica es fundamental para que los hechos de violencia no se repitan, y que la reparación debe contener además la difusión pública y completa de la verdad de los crímenes perpetrados y la dignificación de las víctimas”. Por este caso existe otro expediente judicial en sede civil, que se abrió en 2004, cuando la Asociación Civil La matanza se presentó como querellante contra el Estado. En esta causa, aún está abierta la etapa de construcción de la prueba.




**

http://www.lahaine.org/napalpi-la-masacre-impune



23/07/2014 :: ARGENTINA

Napalpí, la masacre impune

x Darío Aranda

El 19 de julio de 1924, unos 700 indígenas fueron cercados por la policía en el Chaco: quienes no murieron baleados, fueron degollados.

Habían protestado por la explotación a la que eran sometidos. Recién ahora se puso en marcha una investigación.

Fue una de las mayores masacres argentinas del siglo XX. Al menos 700 víctimas, incluidas mujeres, ancianos y niños. Quienes no murieron por las balas policiales, fueron degollados con machetes y hachas. El motivo de la represión fue la negativa a ser mano de obra esclava, denunciar maltratos y, también, el ser indígenas. La orden fue política; el motivo, económico (el avance algodonero y la necesidad de brazos para la cosecha), y los ejecutores fueron la policía y grandes terratenientes. Sucedió en Chaco, hace noventa años, y hoy los pueblos indígenas conmemoran la matanza que se conoce como “Masacre de Napalpí”. El crimen aún sigue impune. “Es crucial analizar la masacre de Napalpí en el marco de un proceso social genocida que sigue teniendo consecuencias sobre los pueblos originarios”, afirmó Marcelo Musante, integrante de la Red de Investigadores en Genocidio y Política Indígena.

En 1922, el radical Marcelo T. de Alvear había reemplazado en la presidencia a Hipólito Yrigoyen. El Territorio Nacional del Chaco ya se perfilaba como el primer productor nacional de algodón. La superficie sembrada en Chaco era de 100 hectáreas en 1895. Para 1920 había crecido exponencialmente: 50 mil hectáreas.

La Reducción Aborigen de Napalpí (a 120 kilómetros de Resistencia) era un espacio de sometimiento donde los indígenas eran obligados a trabajar en condiciones de semiesclavitud. Los maltratos eran frecuentes y no tenían los mismos derechos que el resto de la población.

En julio de 1924, los indígenas qom y mocoví se declararon en huelga. Denunciaban los maltratos y la explotación de los terratenientes. Y planeaban marchar a los ingenios azucareros de Salta y Jujuy. Pero el gobernador Fernando Centeno les prohibió abandonar Chaco y, ante la persistencia indígena, ordenó la represión. El argumento oficial fue una supuesta “sublevación” indígena.

El 19 de julio a la mañana, 130 policías y civiles (enviados por grandes estancieros) rodearon a los grupos en huelga y dispararon con rifles durante 45 minutos. Mataron a hombres y mujeres, ancianos y niños. “El ataque terminó en una matanza, en la más horrenda masacre. Los heridos fueron degollados, algunos colgados”, relata el libro 'Napalpí, la herida abierta', del periodista Vidal Mario.

Un mes después de la matanza, el 29 de agosto, el ex director de la reducción Enrique Lynch Arribálzaga escribió una carta al Congreso nacional: “La matanza de indígenas continúa en Napalpí y sus alrededores. Parece que los criminales se hubieran propuesto eliminar a todos los que se hallaron presentes en la carnicería del 19 de julio, para que no puedan servir de testigos”.

La prensa de la época repitió el discurso del gobierno u omitió el hecho. Pero hubo excepciones. El periódico 'Heraldo del Norte' denunció: “Sin que los inocentes indígenas realizaran un solo disparo, los atacantes hicieron repetidas descargas en medio del pánico de los indios, más mujeres y niños que hombres. Se produjo la más cobarde y feroz carnicería, degollando a los heridos sin respetar sexo ni edad”. El corresponsal del diario 'La Razón' escribió en julio de 1924: “Muchas hectáreas de tierra en flor están en poder de los pobres indios; quitarles esas tierras es la ilusión que muchos desean en secreto”.

El sociólogo Marcelo Musante, de la Red de Investigadores en Genocidio y Política Indígena, se especializa en el proceso represivo de Chaco. Explica que Napalpí fue parte de un sistema de reducciones estatales implementado en Chaco y Formosa, suerte de campos de concentración para poblaciones originarias donde se ejercían acciones de control y dominación. “La discusión pública debe preguntarse por qué el funcionamiento estatal, cuando refiere a pueblos indígenas, promueve recurrentemente acciones represivas. Ejemplos claros son la feroz represión ocurrida en Pampa del Indio (Chaco) a inicios de este año, lo que ocurre en la comunidad qom La Primavera (Formosa) o en Santiago del Estero.”

Juan Chico es qom, nacido y criado en el lugar de la matanza (hoy llamado Colonia Aborigen). Escribió (junto a Mario Fernández) el libro 'Napalpí. La voz de la sangre'. Recordó que las comunidades siguen peleando para que el lugar se vuelva a llamar Napalpí, detalló que los asesinados fueron al menos 700 personas (mucho más de los 200 que mencionan los diarios de la época) y valorizó que en Chaco se hable cada día más de la masacre de indígenas. También trazó un paralelo al presente: “Argentina ha avanzado mucho respecto de los derechos humanos, pero pareciera que los indígenas tenemos derechos humanos de segunda, parte de la sociedad nos sigue considerando inferiores y nuestro genocidio sigue invisibilizado”.

En 2008, el gobierno de Chaco pidió públicamente perdón por la matanza y entregó una vivienda a la sobreviviente Melitona Enrique. Los pueblos qom y mocoví, recordaron a las víctimas y volvieron a exigir justicia. A noventa años de la masacre, el crimen permanece impune.

Página 12

Texto completo en: http://www.lahaine.org/napalpi-la-masacre-impune

Más para leer; https://www.laizquierdadiario.com/Masacre-de-Napalpi-se-cumplen-100-anos-de-este-atroz-crimen-de-lesa-humanidad

Comentarios

Entradas populares de este blog

Huevito de gallo

Le carré rouge - El cuadrado rojo

La misteriosa civilización de Çatal Hüyük