Huellas de un antropólogo


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Huellas de un antropólogo alemán en la capital arqueológica de Colombia




Hace 100 años, Konrad Theodor Preuss hizo las primeras excavaciones científicas en lo que hoy es el Parque Arqueológico San Agustín, en Colombia: un impresionante conjunto donde todavía hay muchos misterios.
El mundo de los pueblos prehispánicos, sus rituales, idiomas y religiones cautivaron a un alemán a principios del siglo XX. El antropólogo Konrad Theodor Preuss viajó por México y Colombia realizando exhaustivos trabajos de campo. Entre 1913 y 1914 descubrió para el mundo científico las maravillas de San Agustín, en Colombia.
Si bien estos yacimientos arqueológicos habían sido descritos por algunos cronistas, ésta fue la primera vez que se realizaban trabajos de excavación con fines científicos. De eso se cumplen 100 años este 2013, un siglo en el que San Agustín ha seguido develando sus misterios y maravillas, que lo llevaron a ser reconocido en 1995 como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO.
 El antropólogo alemán Konrad Theodor Preuss dio a conocer al mundo las maravillas arqueológicas de San Agustín.
“La investigación de Preuss tuvo un efecto muy importante, al divulgar en Europa la existencia de San Agustín y de sitios equivalentes a lo que se encontraba en Perú o en Egipto”, destaca el arqueólogo Víctor González, del Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH). Para celebrar este hito, este año se preparan diversos eventos académicos. Conferencias y publicaciones –entre ellas la reimpresión de sus trabajos en español- destacarán el legado de Preuss.
Misterios de piedra
Disperso en una amplia región del valle alto del río Magdalena, en el suroeste de Colombia, éste es el mayor complejo de monumentos megalíticos de la América precolombina. El poblamiento habría comenzado hacia el 3000 a.C. y se extendió hasta aproximadamente 1530 d.C., época en que la región habría sido abandonada. Las razones hasta hoy son desconocidas. Una teoría es que la densidad de población aumentó a tal nivel que produjo un impacto sobre el rico medioambiente, lo que obligó a los habitantes a trasladarse a otras tierras.
 Monumentos funerarios y sarcófagos son parte de los vestigios encontrados en San Agustín.
El nombre de San Agustín corresponde al primer asentamiento de la colonia, y con él se denomina también esta cultura, para la cual no hay un nombre propio indígena. “No creo que fuera una etnia con un solo grupo, sino sociedades pequeñas dependientes unas de otras, lo que se llama cacicazgo. Tendrían una religión compartida hasta cierto punto, es posible que compartieran patrones lingüísticos y, por la forma de las casas, cerámica y artefactos, parece que vivían de una forma similar”, explica Víctor González.
“Casi todo el paisaje estaba ocupado en forma semi rural. Llegó a ser una región muy densa, pero sin centros urbanos, con mucha actividad y competencia entre los cacicazgos”, indica el arqueólogo colombiano.
 En la zona hay vestigios de las distintas sociedades que habitaron la región, como esta urna funeraria.
Dispersos en diferentes asentamientos, cultivaron gran variedad de productos, formaron comunidades con centros ceremoniales, levantaron monumentos funerarios y esculpieron estatuas de piedra de seres mitológicos. A través de estos trabajos expresaron su complejo conjunto de creencias, su forma de organización social y visión del mundo.
La acidez de estos suelos de origen volcánico no ha permitido que se conserven telas, fibras o restos óseos de personas o animales. “No es posible reconstruir la dieta o salud. Sabemos que eran bastante altos, hasta de 1.80 metros en alguno casos, por la mancha de los huesos en las tumbas. También, por las esculturas, sabemos que usaban gorros de lana, ruanas o túnicas, como los que se ocupan en muchas partes de los Andes”, agrega el investigador del ICANH.
Un prusiano en el monte
Organizado, sistemático y riguroso, Konrad Theodor Preuss buscaba recopilar información sobre mitos y religiones. “Era muy prusiano, estricto y disciplinado. Uno ve la foto del personaje de terno, y él se metía meses y meses en el monte a hacer sus trabajos”, destaca Manuela Fischer, directora de la colección de arqueología sudamericana del Museo Etnológico de Berlín.
Tras un primer viaje a México, Preuss llegó a Colombia en 1913 para continuar sus investigaciones sobre antropología de la religión por un año y medio, pero el estallido de la Primera Guerra Mundial lo obligó a permanecer hasta 1919. Allí escribió los manuscritos de tres libros que publicaría a su regreso a Berlín.
 Muchas de las grandes estatuas talladas en piedra son parte de conjuntos funerarios monumentales.
“Fue uno de los primeros antropólogos que decidió que lo importante era quedarse en estadías largas y hacer trabajo de campo estacionario. El recopiló textos valiosísimos que hoy día se siguen usando y hay trabajos enteros que se centran en este material recogido hace 100 años”, señala Fischer. “Esto es una gran contribución. Este material está ahí no sólo para antropólogos y lingüistas, sino también para grupos indígenas, pues también son historia para ellos”, agrega.
El Museo Etnológico de Berlín, donde el mismo Preuss trabajó, conserva gran parte de esta colección, que reúne textos originales y traducidos, registros fonográficos de rituales y cantos indígenas, y diversos objetos. Actualmente una antropóloga mexicana realiza un trabajo de investigación precisamente con estas grabaciones.
“La lección que deja Preuss es que el trabajo de una sola persona puede tener un impacto mucho mayor de lo que se pueda imaginar, en el estudio del patrimonio, la tradición y las creencias, lo que dejó una huella muy importante”, destaca el arqueólogo del ICANH Víctor González.
Conservar para el futuro
Han pasado 100 años desde las primeras investigaciones, pero todavía hay mucho por descubrir. El ICANH está realizando prospecciones con magnetómetro y georadar para mapear el subsuelo, modelar las formas de las residencias y caminos, y tener una mejor descripción de las actividades en los centros ceremoniales.
 La restauradora en piedra Helen Jacobsen ha trabajado en el equipo de conservación de la Fuente de Lavapatas, un conjunto de canales y figuras talladas.
Una tarea fundamental son los estudios para preservar este patrimonio. La alemana Helen Jacobsen, restauradora en piedra, trabajó en el equipo dedicado a la conservación de uno de los mayores atractivos del parque, la llamada Fuente de Lavapatas. Se trata de un gran complejo de canales, estanques y figuras zoomorfas, como micos y serpientes, talladas en piedra volcánica, por donde circula el agua.
Para evitar aumentar los daños que sufrió en un período en que estuvo abierta, hoy está protegida y la observan desde una pasarela. “Esta piedra de la fuente es toba, que normalmente es más suave y más fácil que se deteriore”, explica Helen Jacobsen, quien trabajó junto a arqueólogos, geólogos, biólogos y otros profesionales.
“La fuente está hoy en un muy buen estado, bajo techo para mantener temperatura y condiciones controladas y estables”, agrega la restauradora. Como esta fuente, los tesoros arqueológicos de San Agustín son un valioso testimonio de la cultura prehispánica que sigue cautivando a investigadores y visitantes en la capital arqueológica de Colombia.

Autora: Victoria Dannemann
Editora: Claudia Herrera Pahl

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