Inmigración - Hotel de inmigrantes

Entre 1830 y 1930 millones de europeos emigraron hacia América. Bajos costos y rapidez de los viajes transoceánicos permitieron ampliar el área de reclutamiento de los emigrantes agregando a las tradicionales regiones de emigración. La emigración masiva fue un negocio muy lucrativo para las compañías de navegación. En 1850 los tiempos de las travesías eran 50 días de viaje y en 1930 eran 13 días de viaje. En esa época disminuye el costo del pasaje y mejora la seguridad, el confort y las condiciones de los barcos en general. Los armadores lograron obtener bajos costos de transporte reduciendo la tripulación, sirviendo comida de escasa calidad, ofreciendo a los viajeros espacios reducidos y precarias condiciones de higiene a bordo. El viaje se transformaba para los emigrantes en una pesadilla de gentío, de malos olores, de exceso de frío o de calor, según las estaciones, y más en general de intolerable promiscuidad.

HOTEL DE INMIGRANTES
ENTRE 1870 Y 1929 LLEGARON 6 MILLONES DE INMIGRANTES

Los buques que desembarcaban emigrantes en el puerto de Buenos Aires, aparte de la tercera clase, disponían también de una confortable segunda -los inmigrantes eran definidos por la ley Argentina como aquellos que llegaban en segunda o tercera clase- y algunos en una lujosa primera clase. En la tercera clase viajan la mayoría de los emigrantes; la segunda en cambio venían emigrantes que habían hecho fortuna y se podían permitir un viaje más cómodo, como pequeños comerciantes, y el clero.
En la primera clase iban los ricos argentinos de regreso, y luego franceses, españoles, brasileños. A éstos deben agregarse los médicos de a bordo, los oficiales, los sacerdotes. Siguen el mismo itinerario pero constituyen trayectorias paralelas, divididas entre sí por un abismo social. Durante el viaje, los pasajeros de primera y de segunda son preservados rigurosamente de las incursiones de los de tercera, mientras que a ellos les está permitido, y con poco riesgo, irrumpir en el otro territorio.
En 1876 se dictó la Ley 817, conocida como LEY AVELLANEDA, que dio un gran impulso a la inmigración y la colonización. En las últimas décadas del siglo XIX se iniciaron las fuertes oleadas migratorias, especialmente desde Europa. En 1904, se registraron 125.567 ingresos; dos años después, ya superaban los 252.000. El año de mayor afluencia fue 1913, cuando llegaron 302.047 inmigrantes. En 1914, la población argentina era de 7.885.237 habitantes. Esto da una dimensión del impacto que causó en nuestra sociedad el ingreso de alrededor de 2 millones de extranjeros en sólo una década que, como era de suponer, eran en su gran mayoría italianos y españoles.
Desde mediados del Siglo XIX el medio de transporte hacia los puertos fue el ferrocarril, y los barcos a vela fueron siendo reemplazados por los vapores. El extraordinario impulso que la navegación transoceánica recibió durante toda la segunda mitad del Siglo XIX y hasta la Primera Guerra Mundial fue el vehículo, no sólo técnico - material sino también económico de la gran emigración europea hacia el Nuevo Mundo. Se promulga la ley de colonización e inmigración del año 1876-
La ley decía que se consideraba inmigrante aquella persona que llegue en un barco a vapor o a vela, en segunda o tercera clase y que tenga menos de 60 años libre de defectos físicos o enfermedades. 
El súbito aumento de la población trae aparejado el hacinamiento, la precariedad de viviendas y el brote de enfermedades contagiosas. En ese momento los valores de las tierras llegan a niveles inalcanzables.
Entre 1870 y 1929 llegaron a la Argentina millones de inmigrantes europeos (de los cuales algo más de 3 millones permanecieron en el país), registrándose un pico máximo durante el período 1901-1910. Entre quienes regresaban a su patria había algunos, principalmente italianos, que sólo venían transitoriamente para las cosechas; por otra parte, en particular, italianos, franceses y británicos retornaron a sus países par enrolarse durante la Primera Guerra Mundial.
En Buenos Aires no solo no se exigía la naturalización al extranjero sino que se lo dejaba en plena libertad. Había escuelas para que sus hijos fueran educados. Cada hogar conservaba intactas sus propias tradiciones.

Hoteles de inmigrantes

El  17 de julio de 1857 se aprueba por unanimidad el texto del contrato de alquiler del local destinado a los inmigrantes. El edificio ocupaba un frente sobre la calle Corrientes, con su puerta principal correspondiente al Nro. 8 de la citada arteria. Se desprende que el primer grupo de inmigrantes que se alojó en el asilo lo hizo el 13/8/1857, procedente del Havre. Aquel primer grupo estaba constituido por 36 personas, todas de nacionalidad suiza, compuesto por 7 hombres, 7 mujeres, 11 niños y 11 niñas. Treinta de sus componentes figuraban como labradores y seis sin profesión. Entre el 13 de agosto de 1857 y el 11 de marzo de 1859, fueron alojados en el asilo 462 personas; 260 eran hombres, 169 mujeres, 82 niños y 45 niñas: 202 figuraban como labradores, 161 como obreros y 98 sin profesión. Sus nacionalidades eran: 142 suizos, 70 españoles, 127 franceses, 64 lombardos, 10 belgas, 33 sardos, 8 prusianos, 2 holandeses y 6 toscanos.
Con fecha de 5 de enero de 1874 la Comisión de Inmigración recibió una orden de la Municipalidad de cerrar el asilo de la calle Corrientes y no alojar en él a ningún inmigrante. No encontrándose en los suburbios "casa aparente", la municipalidad cedió en Palermo un terreno de 8 manzanas en el que se construyeron casillas de madera y se instalaron 30 carpas para 10 y hasta 30 personas cada una. Este fue el que se dio en llamar el "Asilo de Inmigrantes Provisorio de Palermo". El 14 de enero se trasladaron a este "Asilo Provisorio" 300 emigrantes de los cuales algunos cayeron enfermos de la epidemia de cólera que ya azotaba a la ciudad.
El día 27, la municipalidad ordenó levantar el campamento de Palermo poniéndose a disposición de la aún llamada Comisión, la "Quinta Bollini" que estaba situada en la calle Chamango (hoy Avenida Las Heras) entre Bustamante y Bollini (hoy Billinghurst). Los propietarios arrendaron la "Quinta" con la condición de que no se hicieran cambios en las instalaciones, ni obras en los edificios. No disponía de cocinas suficientes ni de comodidades para el servicio de las comidas; fue por esta razón que, cada mañana y cada noche, los inmigrantes que allí estaban "asilados" debían trasladarse a las instalaciones de Palermo para su almuerzo y cena. Algunos días después se declaró allí también el cólera. Con el objeto de paliar la situación durante aquel enero se despacharon directamente al interior 598 emigrantes que, a poco de su llegada encontraron trabajos remunerativos. Pasada la epidemia, los inmigrantes fueron enviados nuevamente al local de la calle Corrientes, en espera de la finalización de las obras del Asilo que se construía en la ribera.
El 20 de agosto se autorizan los gastos para contratar el terreno sólo por un año (pensaban terminar al otro) y realizar las obras pertinentes. Éste ocupaba parte de la actual Plaza San Martín. El 10 de noviembre de 1874 hubo un traslado de inmigrantes a este sitio, que duró hasta 1882. Luego los ocupantes fueron trasladados al hotel de Cerrito.
El 3 de noviembre de 1881 se aprueba el contrato para instalar el Asilo de Inmigrantes en el local que había servido para la exposición Industrial y Artística Italiana en Cerrito entre Arenales y Juncal. Como el lugar quedó completo rápidamente, el 5 de enero de 1884 se propone levantar habitaciones en el terreno alquilado para ensanchar las instalaciones en razón del aumento de su población. Con el tiempo se deteriora y se hace inhabitable. Finalmente queda así hasta principios de 1888. En 1884 el cólera afectó nuevamente a la población y fue causa de gran parte de la emigración a las "cuadras" de los terrenos de la Exposición Rural y a diferentes cuarteles. El 29 de noviembre del mismo año se extiende una orden de pago para un hotel de inmigrantes en San Fernando. Su uso fue intermitente.
El 29 de octubre de 1883 se aprueba la construcción del edificio en la manzana: Paseo Colón, Balcarce, San Juan y Comercio (hoy, Humberto I). Se traba la construcción por protesta de vecinos, por la existencia de una iglesia a media cuadra y por el interés de los propietarios. Entonces no se continuó con el proyecto y se siguió utilizando Cerrito, San Fernando y el de Caballito.

San Fernando y Caballito

El Asilo de San Fernando se usaba en forma temporaria cuando arribaban oleadas grandes de inmigrantes o en las epidemias de cólera. Se supone que se usó hasta principio de los años 90. El 9 de abril de 1886 se arrienda la quinta del Dr. José Ocantos en Caballito y el 27 de enero de 1887 se ordena trasladar allí un grupo de inmigrantes después de haber hecho las reparaciones necesarias. Esto generó la protesta de los vecinos como en los otros casos, aunque no llegó a mayores porque el uso del Asilo fue esporádico y en abril del 88 caduca el contrato de alquiler sin extender el mismo.

La fiebre amarilla

En 1852 se desata la epidemia de fiebre amarilla. El foco infeccioso se concentró en San Telmo, Barracas y Montserrat, lugares tradicionales de familias “patricias” que abandonaron sus enormes mansiones para trasladarse a Recoleta y Barrio Norte. Aquellas casonas encontrarían rápidamente un nuevo destino muy redituable para sus dueños que vieron en el aluvión inmigratorio, una gran oportunidad productiva en sus propiedades abandonadas. Los palacetes fueron transformados en verdaderos palomares, con habitaciones sin ventanas y con un solo baño para cientos de personas. El puerto durante el brote fue puesto en cuarentena y las provincias limítrofes impidieron el ingreso de personas y mercaderías procedentes de Buenos Aires. La ciudad tenía solamente 40 coches fúnebres y los ataúdes se apilaban en las esquinas a la espera de que coches con recorrido fijo los transportasen. Debido a la gran demanda, se sumaron los coches de plaza, que cobraban tarifas excesivas. El mismo problema con los precios se dio con los medicamentos, que en verdad poco servían como para aliviar los síntomas. Como eran cada vez más los muertos, y entre ellos se contaban los carpinteros, dejaron de fabricarse los ataúdes de madera para comenzar a envolverse los cadáveres en trapos. Por otra parte, los carros de basura se incorporaron al servicio fúnebre y se inauguraron fosas colectivas. El Ferrocarril Oeste de Buenos Aires extendió una línea a lo largo de la Avenida Corrientes hasta ese cementerio, inaugurando así el llamado tren de la muerte, que realizaba dos viajes diarios sólo para transportar cadáveres. El trayecto se iniciaba desde la estación Bermejo, situada en la esquina sudoeste de la calle homónima (hoy Jean Jaurés) con la avenida. Además del depósito de cadáveres de Bermejo, tenía otros dos en la esquina sudoeste de Corrientes y Medrano; y Corrientes y Scalabrini Ortiz (entonces llamada Camino Ministro Inglés), ángulo sudeste.



EL HOTEL DE LA ROTONDA

Conocido también como el "Hotel de Inmigrantes Redondo", se encontraba en algún lugar de la Ribera, aproximadamente donde Hoy se sitúa el edificio de la "terminal del Ferrocarril General Belgrano", en el anden 9. 
Es el que quedó más documentado fotográficamente. Se usó durante dos décadas y estaba compuesto por dos cuerpos adosados pero distinguibles:

a) Poligonal: la gente creía que era el único edificio que componía el hotel. Se sospecha que sólo había dormitorios en ese cuerpo.

b) Alargado rectangular: compuesto por cocinas, comedores, sanitarios, baños, oficina de administración, patios y tanques de agua.

Se lo amplió varias veces dado que se dudaba si iba a ser finalmente el edificio final . Se ocupó el 27 de enero del 88 finalizando su uso en julio de 1911.



(foto) El Antiguo Hotel de Inmigrantes, conocido como "La Rotonda" (o El Rotondo) que funcionó hasta el año 1910.

Los inmigrantes recién llegados ocupaban varios oficios...de cocheros, cocineros, mozos, sirvientes y porteros. También muchos se ofrecían para la construcción.
El muelle de pasajeros, que estaba ubicado en el bajo de la Merced, entre Piedad (hoy Bartolomé Mitre) y Cangallo, frente al Paseo de Julio. Foto de 1888. Construcción de Puerto Madero, fotografía de Dársena Norte, a la izquierda gasómetro de la Compañía Primitiva de Gas y parte del antiguo Hotel de Inmigrantes-
El Hotel De La Rotonda albergó solamente en 1888 alrededor de 70.000 inmigrantes, con una capacidad de albergar a 2.500 personas, esto refleja la insipiente cantidad de inmigrantes que llegaron a Buenos Aires en esa época. Nuevamente se piensa en la necesidad de contar con otro edificio. El Hotel De La Rotonda siguió siendo utilizado hasta 1911, año en que lo demolieron para construir la nueva estación de Retiro.

Hotel de inmigrantes en Buenos Aires
Antártida Argentina 1355

Entre 1908 y 1911 se inauguró el que seria el definitivo y ultimo Hotel de Inmigrantes de Buenos Aires. Ocupaba 6 hectáreas de Puerto Nuevo. Contaba con un desembarcadero propio que fue concluido en 1908, antes que el propio Hotel. Tenia varios pabellones donde funcionaron el depósito de equipajes, un hospital, la oficina de correos y telégrafos, y también la oficina de trabajo. En enero de 1911, el predio con el hotel fue inaugurado por el Presidente Roque Sáenz Peña. En el sitio hoy ocupado por la escuela de Guerra Naval funcionó el antiguo desembarcadero, primera puerta de entrada al pais, que tenia la función de verificar la documentación y aptitud sanitaria de las personas. En tierra se encaminaban hasta el hotel donde eran selladas sus "carteras de identidad", hoy pasaportes.
Con la creación del Ministerio de Agricultura, en 1898, se gestionó la construcción de un Hotel de Inmigrantes “definitivo” y un desembarcadero para los recién llegados. Hasta ese momento, el Hotel de la Rotonda –ubicado en Retiro– había funcionado como lugar de alojamiento. La obra en el Predio de la Dirección Nacional de Migraciones comenzó en 1905, ejecutada por los constructores italianos Udina y Mosca, y la concluyó, tras superar varias dificultades, el alemán Kronffuss. Ahí, al costado de la Dársena Norte, está el Hotel de Inmigrantes, un viejo edificio, cuyo destino suele variar con las necesidades de la burocracia.
En la época de la inmigración, era eso que dice el nombre: Hotel, y ahí se alojaban los inmigrantes sin recursos, muchos con numerosa prole, a la espera de su primer trabajo. Allí estaba algo así como el trampolín de su destino. Del Hotel de Inmigrantes al conventillo se marcaron los primeros pasos en la ciudad; eran las puertas del misterio y la esperanza, después de los largos días en el hacinamiento de las terceras de a bordo.
Los inmigrantes tenían el derecho de alojarse gratuitamente durante un mínimo de cinco días en El Hotel de Inmigrantes hasta conseguir trabajo. A la salida del hotel estaban los “promotores” de los conventillos, subidos en carros que trasladaban a los inmigrantes hacia su nuevo destino. No había contratos de alquiler, el primer recibo de pago se lo daban a los tres meses para poder desalojarlo por falta de pago cuando el “encargado” o propietario así lo dispusiese.
Sobre un terreno aislado de la ciudad, en Dársena Norte, fueron edificándose los pabellones del conjunto, dispuestos a lo largo del muelle, alrededor de una plaza central: el Desembarcadero alojaba aduana, prefectura, salas de espera y revisión de equipajes que se hacia en el deposito de equipajes; sobre la avenida, la Dirección y la Oficina de Trabajo, cuya función era la de procurar empleo a los inmigrantes y organizar su traslado a donde hubieran sido solicitados; a continuación, los Lavaderos y el Hospital, que atendía a los inmigrantes enfermos y efectuaba el control sanitario. El desembarcadero se terminó mucho antes que el hotel. El 8 de diciembre de 1907 se entregó el edificio del desembarcadero al Ministerio de Agricultura, en su Dirección de Inmigración, como una sección del Hotel de Inmigrantes. Se libró al servicio el 20 de marzo de 1908. En aquel mismo año se terminaron también las obras que comprendían los pabellones de la administración del hotel, la oficina de Pasaportes, las de Correos y Telégrafos, la de Informaciones, las del Banco, las de los empleados de guardia, la del jefe de Oficina de Trabajo, la de Expedición, el depósito de equipajes y las casas que correspondían al administrador y al jefe de la Oficina de Trabajo y sus familias. También se terminó en aquel año el pabellón de la dirección.
Ubicado frente al río y sobre la ribera, fue construido en el año 1887 por el ingeniero Federico Stavelius. Fueron tres pisos que ofrecían una vista panorámica del Bs. As. de aquel entonces. El hotel era inmenso y podía albergar en sus dos edificios adosados a montones de inmigrantes que llegaban al lugar con un tranvía abierto tirado por caballos. Con el paso del tiempo este espacio se convirtió en un foco infeccioso de enfermedades, de esta forma se originaron proyectos alternativos para construir un nuevo edificio mas grande. La llegada era el momento deseado por todos. Desembarcaban arrastrando baúles, pertenencias propias difíciles de embalar y tomando de la mano fuertemente a sus hijos pequeños.

En la actualidad es la sede de la Dirección Nacional de Migraciones.

Este edificio todavía se encuentra en pie, ubicado en la Avenida Antártida Argentina hacia atrás del sector de Catalinas y en la actualidad funcionan allí algunas dependencias de la Dirección Nacional de Migraciones. El edificio imponente se levanta frente al Parque Central, cubierto de plantas bajas y flores que formaban pequeños jardines.

El edificio del Hotel, replanteado por el Arq. Juan Kronfuss, se terminó en 1912. El edificio, en el que se destacaba por su volumen simétrico, con fachadas de líneas simples y sobria ornamentación que enfatizaban el acceso principal. La vanguardista estructura permitía salones de grandes luces. La construcción era de calidad: todas las paredes estaban revestidas de mosaicos blancos traídos de Europa y las escaleras eran de mármol de Carrara. El declive de la inmigración desde principios de los '50 señaló el fin de la historia del Hotel.
Ocupa una superficie total de 10.645 metros cuadrados en sus cuatro niveles. En la planta baja se encontraba el gran comedor, donde podían alimentarse 700 personas por cada turno, en las cuatro comidas. Además disponía de cocina, comedor de empleados, biblioteca, lavaderos, sector de talleres e intendencia. En promedio, los inmigrantes permanecían allí unos cinco días.  
Las obras del Hotel se adjudicaron en 1905 a los constructores Udina y Mosca, de origen italiano. Mientras se llevaban a cabo las obras, los inmigrantes comían y dormían en lo que había sido el panorama de Retiro, conocido como la "Rotonda", a pocas cuadras de la nueva edificación. De esta forma, los inmigrantes, una vez desembarcados, se iban caminando hasta allí, donde eran alojados. Cada uno de estos edificios cumplió una función determinante en la organización general de las tareas vinculadas a la inmigración. foto 1910-

La vida durante su estadía en el  hotel

A los inmigrantes los despertaban las celadoras, muy temprano. El desayuno consistía en café con leche, mate cocido y pan horneado en la panadería del hotel. Durante la mañana las mujeres se dedicaban a los quehaceres domésticos, como el lavado de la ropa en los lavaderos o el cuidado de los niños, mientras los hombres gestionaban su colocación en la Oficina de Trabajo. Se habían dispuesto turnos de almuerzo de hasta mil personas cada uno. Al toque de una campana los inmigrantes se agrupaban en la entrada del comedor, donde un cocinero les repartía las vituallas. Luego ellos se instalaban a lo largo de las mesas a esperar su almuerzo. Este consistía, generalmente, en un plato de sopa abundante, y guiso con carne, puchero, pastas, arroz o estofado. A las tres de la tarde a los niños se les daba la merienda. A partir de las seis comenzaban los turnos para la cena, y desde las siete quedaban abiertos los dormitorios. Cuando llegaban al hotel, se les entregaba un número que les servía para entrar y salir libremente, y conocer de a poco la ciudad. El alojamiento, gratuito, era por cinco días, por reglamento, pero generalmente se extendía por caso de enfermedad o por no haber conseguido un empleo.
(foto) Puerta del  hotel de inmigrantes.

Tras hacer aduana, los inmigrantes cruzaban la verja que separaba el embarcadero de la plaza por una callejuela interior y llegaban al hotel. Por un tendido de vías, el equipaje era trasladado en zorras hasta un depósito.
El hotel de inmigrantes se trata de una construcción de hormigón armado, con un sistema de losas, vigas y columnas de ritmo uniforme, que dio como resultado espacios amplios dispuestos a ambos lados de un corredor central. Totalmente pintado de blanco, se acentuaba en todos los ámbitos la sensación de amplitud y luminosidad.
Dormitorio de mujeres en uno de los pabellones del Hotel de Inmigrantes.
Había cuatro dormitorios por piso, lo que significa que en el hotel podían dormir cuatro mil personas. El primero, segundo y tercer piso correspondían a los dormitorios, donde estaban las camas marineras de cuero crudo. Los comedores, como los baños –en todas las plantas– y los dormitorios, estaban separados por sexos. En los pisos superiores se distribuían doce habitaciones para 250 personas cada una, salas de descanso y servicios sanitarios.  FOTO 1912



(foto) Pabellón para mujeres y niños en el Hotel de Inmigrantes, 1919.
(Archivo General de la Nación)
(foto) Galpón hotel

Declarado Monumento Histórico Nacional en 1990, el hotel resulta un lugar más que emotivo para ir a buscar nuestras raíces. Después de todo, allí pasaron sus primeros días en la Argentina la mayor parte de los inmigrantes que llegaron entre 1911 y 1953. 

1890- Vehículo para el transporte de equipajes de los inmigrantes.

En la planta baja se ubicaban la cocina y el comedor para mil personas, con mesas de mármol de Carrara y ventanales abiertos a los jardines. Dentro de la disciplina del Hotel figuraba la enseñanza de labores agrícolas, para los hombres, y domésticas, para las mujeres. En el comedor se dictaban conferencias sobre historia, geografía y legislación argentinas.

El comedor separados hombres de mujeres. Mucho personal uniformado cuidando.



(foto) Inmigrantes recién llegados ingresando al Hotel de Inmigrantes.

En la planta baja también funcionaba una sucursal del Banco de la Nación Argentina, cuyo propósito era el de facilitar a los inmigrantes las operaciones de cambio.

Servicio de Hidrografía Naval en Dársena Norte, detrás del Hotel de los Inmigrantes, demolido en la década de 1960.

1939- Los últimos buques de pasajeros, antes de la guerra.
Frente al hotel inmigrantes se observa Servicio de Hidrografía Naval en Dársena Norte, detrás del Hotel de los Inmigrantes, demolido en la década de 1960.

El hotel estuvo activo hasta fines de la década del 40.

¿Por qué millones de habitantes de diversas naciones europeas se vieron compelidos a abandonar sus países de origen desde las primeras décadas del Siglo XIX, en una dimensión que no tenía precedentes?

Una primera razón fue el crecimiento de la población. Durante siglos, las altas tasas de natalidad habían sido contrarrestadas por altas tasas de mortalidad, debidas a las hambrunas, a las enfermedades endémicas y epidémicas -viruela, peste bubónica, tuberculosis- y a las guerras. Los rendimientos de la agricultura fueron muy bajos hasta el Siglo XVIII, y ponían un primer límite al incremento demográfico. Las tasas de mortalidad infantil eran muy altas, y las condiciones sanitarias deficientes. Enfermedades que hoy son benignas eran mortales, y la tuberculosis era una de las principales causas de muerte en la población joven. La mortalidad se incrementaba en los períodos de malas cosechas, y sobre todo con las epidemias.
Buenos Aires tenia algo menos de 50 mil habitantes cuando comienza nuestra historia en 1810. En la época Rivadaviana en 1820 tenia entre 55 y 60 mil habitantes. En la siguiente década, la época rosista, sumaba mas de 65 mil (1838) y luego de Rosas en 1855 se contaba con mas de 90 mil habitantes. En 14 años el censo de 1869 sumaba 190 mil habitantes y en el segundo censo de 1895 se había triplicado la suma llegando a mas de 670 mil habitantes. Para el primer centenario 1910 el censo municipal superaba el millón trescientos mil habitantes. Mitre y Sarmiento fueron dos presidentes que alimentaron la inmigración.



Los inmigrantes entre los años 1854 y 1914 le cambiaron la cara a la Argentina. Fueron mas de cinco millones de extranjeros. El 14 % del movimiento migratorio del mundo fueron recibidos por nuestro país. En 1856 llegaron 5820 inmigrantes de los cuales 2738 fueron Italianos. La ley Nacional llamada Ley Avellaneda definió las condiciones de su instalación en el país. Tanto Sarmiento como Alberdi tenían la idea que la inmigración contribuía al desarrollo y progreso de nuestro país. A fines de 1890 Argentina lanza su plan de inmigración, el cual consiste en pagar los pasajes, lo que trae como consecuencia que desde 1891 hasta 1896 unos 10.000 judíos emigren a Buenos Aires, Entre Ríos y Santa Fe.
La clase obrera Argentina fue formada por inmigrantes, cuya mayoría se instala en la ciudades. Muchos se convierten en asalariados de la ciudad o del campo.
Hacia fines del Siglo XIX los pasajes marítimos eran relativamente accesibles, y el tiempo de viaje entre los puertos europeos y el de Buenos Aires se había acortado sensiblemente. En la década de año 1830 cruzar el Atlántico en barcos a vela desde los puertos italianos de Génova o Livorno insumía no menos de cincuenta días. Con la aparición de los barcos a vapor el tiempo del viaje se redujo a menos de la mitad, es decir entre 18 y 24 días. Estas condiciones podían modificarse a causa del mal tiempo o de desperfectos técnicos, lo cual alargaba la duración del trayecto.
El conventillo ocupa un lugar básico en la conformación social de Buenos Aires. Significó miseria y promiscuidad. Francisco Seeber, intendente de la Capital (1886-1890), dijo que había en la ciudad 3.000 conventillos donde viven 150.000 habitantes, todos construidos en flagrante oposición a las ordenanzas vigentes, donde la gente vive apiñada tradicionalmente, violando las reglas de la higiene y la moral. Perpendicular al Desembarcadero, la avenida central conectaba el complejo con el ferrocarril que distribuía a los inmigrantes por el país. En enero de 1911, el complejo fue inaugurado por el Presidente Sáenz Peña.
Los conventillos se convierten en un gran negocio. Las habitaciones llegan a costar ocho veces mas que un alquiler en Londres o en Paris. El aumento de alquileres desata la huelga. Los inquilinos del conventillo "Los cuatro diques" ubicado en Ituizangó 239 en Barracas fue el centro de la primera huelga de inquilinos de la historia Argentina. En 1907 había estallado la huelga de inquilinos como consecuencia del hacinamiento, de los altos alquileres, la falta de higiene y ciertos abusos cometido por propietarios como la exigencia de 3 meses de depósito. En pocos días 500 conventillos se sumaron a la protesta. Los huelguistas en su mayoría mujeres y niños resistían con piedras y escobazos a la más dura represión policial. Hoy el edificio tapiado y con graffiti aún resiste a través de los años, como mudo testigo de la durísima y desigual lucha de los más humildes. El conventillo de las 14 provincias ubicado en Piedras entre Cochabamba y Garay albergó a mas de 200 familias. Tres cuarta parte de la población vivía en conventillos.
La primera guerra mundial desatada en 1914 provoca un fuerte impacto en la economía Argentina, dado a que gran Bretaña, Alemania, Bélgica y Francia formaron parte del conflicto internacional. Allí se frena el ingreso de capitales, disminuye la exportación, y por ende se reduce la cantidad de barcos que circulaban entre Europa y Sudamérica. La crisis significó para Argentina escasez de empleo. En 1917 el 20% de la población activa esta desocupada. Al finalizar la guerra comienza la recuperación económica. La guerra llega a su fin en noviembre de 1918. Estados Unidos no fue un pais tan afectado por la guerra a pesar que en 1921 sufre una crisis financiera.
De los inmigrantes llegaron hasta nuestros dias las alpargatas y la boina, traídos por los vascos franceses. Los vascos ademas de aparecerse con su boina, su ancho pantalón, su andar especial, su aire satisfecho, formando, notable contraste con el resto de la población, que vestía la librea que Rosas nos había impuesto, a extremo de que ver un hombre, era ver a todos, en cuanto al traje. Sólo después de caído Rosas, tomó nuestro país el aspecto cosmopolita que hoy presenta, tanto en traje como en costumbres. Los vascos eran una magnífica inmigración, compuesta, en su mayor parte, de hombres atléticos, honrados y laboriosos, dedicándose entonces casi todos ellos a trabajos de saladero. Más tarde, fueron más variadas sus ocupaciones, haciéndose labradores, lecheros, horneros, etc. Algunos se ocuparon como picadores en las tropas de carreta, habiendo llegado hoy muchos a ser dueños de tropas bien organizadas, con peones vascos también; haciendo largas travesías en nuestra campaña, tan familiarizados ya con esta clase de trabajo como el hijo del país.
La constitución nacional de 1853, el articulo 20 explicitaba que todos los extranjeros gozaban de todos los derechos civiles de los ciudadanos. O sea que los inmigrantes podían naturalizarse. En 1869 durante la presidencia de Sarmiento se promulga una nueva ley que decía que toda persona nacida en territorio Argentino sea cual fuere la nacionalidad de los padres fueran considerados Argentinos.  Hubo que esperar hasta 1876 para que se dicte la conocida Ley Avellaneda y asi se duplico rápidamente el numero de inmigrantes.



Museo Nacional de la Inmigración - Ex Hotel de Inmigrantes-

La Dirección Nacional de Migraciones de la República Argentina, ofrece a usted el material con que cuenta el Museo Hotel de Inmigrantes y lo invita a integrarse como participante activo del mismo. Descubra y admire cómo llegaron sus antepasados y cómo fueron sus primeros pasos en nuestro país.

Información General del Museo:

Coordinador del Programa Complejo Museo de la Inmigración: Arq. Sergio Sampedro
Horarios de Secretaría: Lunes a Viernes de 9: 00 a 16: 00 hs
Horarios del Museo: Lunes a Viernes de 10:00 a 17:00 hs
Sábados y Domingos: 11:00 a 18:00 hs
Días Feriados: Cerrado
Teléfono: (011) 4317- 0285 - Secretaría

E mail: museodelainmigracion@migraciones.gov.ar

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