“Una jardinera es un carruaje abierto de cuatro ruedas utilizado para el campo. Se monta sobre cuatro muelles de ballesta como el break y tiene el pescante en lo alto, en la parte anterior de la caja, sobre el juego delantero, con capacidad para dos personas. Cuenta con caja de balaustres, dos asientos laterales por lo menos para tres personas cada uno, portezuela en el centro de la parte trasera y estribo plegado. Suele colocarse en él un toldo sobre cuatro montantes de hierro en los ángulos y del toldo penden unas cortinillas suspendidas del rectángulo que forma la armadura de hierro del toldo, que se recogen y sujetan a los montantes o a la armadura por correas con hebillas”.(Wiki).
La jardinera de mi abuelo Pedro Ligorria.
De camisa blanca y pantalón gris con el cinturón bien ceñido y pulcras alpargatas el abuelo Pedro nos lleva de acompañantes en la jardinera, va a hacer su reparto de frutas y verduras por El Alto y Villa de las rosas. Mi hermana sentada en medio, el abuelo y yo uno a cada lado del asiento delantero, atrás los cajones y canastas con duraznos y manzanas perfuman el viaje lento por las calles de arena blanca serrana. En una bolsa de arpillera las papas que lavó temprano en el agua cristalina de la acequia frente a la casa ahora rebosan blancas, frescas. La mansa yegua gris tira del carro en marcha lenta resoplando en la suave brisa de la mañana serrana. Desde el pescante el abuelo saluda cada tanto a algún vecino que pasa caminando o alguna vecina que se detiene a mirarlo desde el frente de su casa, deben llamar la atención sus pequeños compañeros de viaje venidos de Buenos Aires. Hablamos poco, trivialidades, su charla es amable, trata de hacernos sentir bien sin ser condescendiente, hombre de campo al fin, dice poco, lo justo y necesario nada más.
(...)
En una callecita sombreada, apenas al costado de la ruta mi abuelo se detiene junto a una casa blanca con un hermoso parral en el frente, baja una canasta cargada de verduras y regresa con otra llena de uvas, nos convida al momento unos granos rosados enormes y dulces que empalagan, comemos en silencio de vuelta por el camino soleado cuando ya casi es mediodía. Con el marco gris en degradè de la sierra al fondo bajo un cielo de azul imposible, su silueta se recorta en el paisaje, lleva las riendas apenas sujetas, la camisa arremangada y la piel trigueña de los brazos le reluce al sol, su amplio sombrero de paja ligeramente echado hacia atrás deja despejada su frente amplia. Más de siete décadas curvan ligeramente sus espaldas pero se yergue con dignidad, sereno, sin apuro de regreso a casa, a su casa para el almuerzo.
Mi abuelo Pedro se iría pocos años después y las preguntas que no le hice de niño quedarán flotando en alguna parte. Su historia es la de un hombre común, con muchos hijos que lo amaban.
Me dejó esta imagen, de un día de sol en el valle de retorno a casa sujetando ligeramente las riendas de la yegua que se conoce el camino de memoria. En las ondulaciones de la calle se balancea suave y acompasada la dócil jardinera. Creo que en ese momento éramos felices.
Ixx, mar25

Clàsica jardinera (wiki)
Muy linda nota y adem{as ilustrativa
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